Desde los primeros momentos de la colonización de las Islas Canarias el oficio de la carpintería ha jugado un papel transcendental en la formación y consolidación de la emergente sociedad isleña, favoreciendo la creación de un modelo cultural propio y caracterizador. Con el transcurso de los siglos, el oficio de la carpintería se consolida de tal manera que permitió el desarrollo de una arquitectura tradicional o “un modo canario de entender la arquitectura”, que le ha proporcionado connotaciones también propias e identificadoras. Una de ellas es la utilización del Pinus Canariensis o Pino Tea, como materia prima básica de las construcciones en Canarias, que le ha impreso una pátina característica y diferenciadora. A ello se añade la profesionalidad y especialización de carpinteros y artesanos de lo lígneo, que llegan a convertirse en auténticos artistas tanto en diseño como en la creación. De hecho, desde el siglo XVI se constata que existían asociaciones gremiales de carpintería que se irán arraigando y consolidando en la sociedad canaria, formando escuelas de carácter familiar, que irían conformado, en muchos casos, ese sello característico y diferenciador del modo canario de interpretar la carpintería [1], [2]. A todo ello habrá que añadirse la transferencia de modelos y elementos arquitectónicos entre la metrópoli, Canarias y los nuevos territorios de Indias derivado de las permanentes relaciones sociales y culturales [2].
[2] ALONSO LÓPEZ, J.M. (2024). Aula Cultural de Carpintería Tradicional y Patrimonial de la Universidad de La Laguna.
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